La caída del precio de las materias primas a nivel mundial no se refleja en el supermercado

Los alimentos y bebidas no alcohólicas llevan doce meses subiendo sin parar, pese a que las materias primas acumulan medio año de descensos

Los precios de las materias primas alimenticias (carne, cereales, productos lácteos, aceites vegetales y azúcar) acumulan seis meses consecutivos de descensos, pero esta rebaja no se traduce en una bajada de precio en el supermercado, al menos en España, donde la compra sale hoy un 14,4% más cara que hace un año.

Según los datos publicados este viernes por el Instituto Nacional de Estadística, los alimentos y bebidas no alcohólicas registraron en septiembre el mayor incremento interanual de toda la serie histórica, que arranca en el año 1994. Destacan las subidas de algunos productos como la harina (un 39,4% más cara que en septiembre de 2021), la mantequilla (que ha subido un 33%), las pastas y el cuscús (+29,6%) o la leche (+25,5% la desnatada y +25,3% la entera).

En conjunto, los alimentos fueron en septiembre un 0,5% más caros que en agosto; pero es que en agosto subieron otro 0,5% frente a julio; en julio habían subido un 0,3%; en junio, un 1,8%; en mayo, un 1,2%; en abril, un 3,4%, y así sucesivamente, ya que han encadenado doce meses de incrementos consecutivos.

El aumento de precios contrasta, sin embargo, con la evolución del precio de las materias primas alimenticias, que encadena seis meses de descensos: en septiembre cayeron un 1,1% respecto a agosto; en agosto habían bajado un 1,9%; en julio se abarataron un 9,1%, en junio, un 2,1%; en mayo, un 0,18%; y en abril, un 0,8%, según el Índice de precios de los alimentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Esta divergencia entre el precio de la materia prima y el precio final que pagamos en el supermercado se debe a diversas razones, según los expertos consultados por este medio. «Aunque la materia prima baja, hay todo tipo de suministros para la producción que se reflejan en el IPC, como el transporte, los fertilizantes, la energía, etc. y que inciden en el precio», apunta Raymond Torres, director de Coyuntura Económica de Funcas.

Aunque el incremento de precio de la electricidad y los combustibles se ha moderado en septiembre, hay que tener en cuenta que la energía que se utilizó para producir alimentos que hemos comprado en septiembre se pagó a precio de agosto o meses anteriores, cuando estaba en máximos, y lo mismo sucede con el combustible con el que se transportaron. «Hace falta un tiempo, es como un tsunami, lleva tiempo que una primera ola provoque una cascada en otros precios», señala.

Manuel Hidalgo, economista e investigador del think tank EsadEcPol, apunta a otras tres posibles razones: que se den subidas puntuales de algún alimento concreto que tenga un peso importante en la cesta de la compra; que la bajada de los precios que se produce en origen no sea suficiente para compensar el alza de otros costes de producción; y que se esté produciendo un aumento de los márgenes de beneficio de algunas compañías en sectores menos competitivos.

«Aunque bajen los precios en origen a lo largo y ancho del mundo, hay que tener en cuenta que a medida que avanza la cadena de valor se siguen sumando costes hasta llegar al precio final. No hay que pensar que la única razón por la que sube o baja el precio es porque se encarezca o abarate en origen», apunta.

En su opinión, «no hay que descartar tampoco que en mercados con poca competencia podríamos estar en algunos casos ante una subida de márgenes por parte de empresas que han aprovechado los últimos meses para subir precios», aunque admite que no hay datos que certifiquen que este aumento de márgenes se esté produciendo ni tampoco que no esté pasando. Los sindicatos insisten en esta mismo mensaje.

Gregorio Izquierdo, director general del Instituto de Estudios Económicos, apunta como razón adicional a la apreciación del dólar, «la moneda en la que se referencian las materias primas» y al hecho de que «los precios al consumidor final suelen ser a corto plazo mucho más estables, tanto al alza como a la baja, que los precios internacionales en origen por la incidencia de los stocks en los procesos de configuración de precio».

Se refiere a que las grandes superficies en las que hacemos la compra no están constantemente cambiando el precio de las etiquetas, ya que eso en sí conllevaría un coste (el conocido en jerga económica como «coste del menú»), además de que antes de proceder a cambiar los precios suelen terminar con el stock acumulado en almacén. La experiencia demuestra, en cualquier caso, que una vez subidos los precios suele ser necesario un hundimiento de la demanda para que las empresas opten por volver a bajarlos, para intentar recuperar su volumen de ventas.

Felipe Medina, desde la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (ASEDASpatronal de la distribución), explica que aunque los precios de las materias primas en origen empezaron a subir en la primavera de 2021, los precios en los supermercados no empezaron a crecer hasta enero de 2022, con lo que siempre hace falta un tiempo para que se trasladen las fluctuaciones al precio que pagan los consumidores.

Señala, además, que «los primeros que tendrían que notar esta bajada de las materias primas son los ganaderos que adquieren pienso para sus animales. Si en agosto esos precios percibidos por agricultores y ganaderos fueron un 27% más altos que el mismo mes del año anterior, la subida interanual de septiembre ha sido del 43%, por lo que esa bajada aún no se percibe», explica, con datos de la estadística del Ministerio de Agricultura.

Se refiere también al impacto de los combustibles, la electricidad, el transporte e incluso los fertilizantes, y niega que las empresas de distribución estén ampliando márgenes de beneficios: «Se están reduciendo al máximo para adaptar la oferta a la realidad que tenemos y contener la inflación todo lo posible».

Como ejemplo, señala que el precio del calabacín en origen ha pasado de 27 céntimos a 70 en un año; el de la cebolla se ha duplicado, de 13 a 26 céntimos; el plátano ha pasado de 27 céntimos a 99 céntimos, y el tomate redondo, de 46 a 77 céntimos.

Fuente: El Mundo

 

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