La edad de oro del negocio de la lectura: «Desde la pandemia abren más librerías de las que cierran»

El Covid desencadenó una vuelta al comercio de proximidad. En pleno ‘boom’ de la venta online, en Madrid proliferan los pequeños establecimientos de barrio donde no sólo se venden libros: «Son espacios que fomentan la comunidad»

Cuando alguien entra en Olavide-Bar de Libros, que abrió sus puertas en 2022, Raquel Garzón suele explicar su sueño. «Trato de contagiar mi pasión lectora», dice esta editora y periodista cultural argentina que regenta este comercio junto a su marido, Daniel Ulanovsky Sack, con quien comparte el amor por la literatura. Tras años en el mundo de la cultura, ahora ponen toda su energía en ser libreros. «Siempre me gustó la idea de crear espacios donde se pueda generar un diálogo con el lector. La librería nació con ese propósito, aquí no se viene solamente a buscar un libro, sino a conversar con un amigo, a compartir», cuenta Daniel. Un espacio que «tenga un espíritu de salón, e incluso de hogar».

Las nuevas librerías de barrio no ocultan su vocación de oasis en el marco de una ciudad ajetreada. En Olavide se puede compaginar una buena lectura con un club de escritura o una presentación con un buen café o una copa de tinto. Intenta recrear «un clima alejado de las tensiones cotidianas para soñar con las historias que uno puede encontrar aquí y, con todo lo que tiene que ver con el intercambio», destaca Daniel. Sentados en una de las mesitas de madera en las que Olavide ofrece un desayuno o una merienda, el librero insiste: «Es importante que la gente pueda explorar. La librería física tiene algo todavía interesante: uno entra y se puede enterar de cosas que no sabía que existían».

El local, que ha conquistado una esquina del barrio de Chamberí, ya es lugar de encuentro. Y basta un paseo por este barrio o por Malasaña para toparse con una realidad cultural más viva que nunca. Lola Larumbe, el rostro de la histórica librería Rafael Alberti desde 1979, cuenta que el sector librero siempre fue frágil y ha pasado por varios momentos. Desde la llegada del libro electrónico hasta la crisis económica, con el covid pensó que llegaría la extinción. «Y la sorpresa fue que no ha sido así, que se produjo el fenómeno opuesto», dice. En la era de la inmediatez hay quien decide crear un reducto de paz (y literatura) en el centro de Madrid.

Y es que uno de los efectos del confinamiento durante la pandemia fue un repunte de la lectura; además, el porcentaje de lectores registrado en 2020 se consolidó en 2021. El informe Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España 2022, publicado en febrero de 2023 y elaborado por la Federación de Gremios de Editores de España, señala que hubo un 64,4% de lectores de libros en el tiempo libre en 2021, y un crecimiento de los lectores, con un 64,8% en 2022, frente al 62,2% del año 2019. «Muchas personas que habían perdido el hábito lector lo recuperaron. Y, una vez que la situación se ha normalizado, el número de lectores se ha consolidado», dice Daniel Fernández, presidente de la Federación de Gremios de Editores de España.

También con la pandemia se registró una vuelta al comercio de proximidad. Según Pablo Bonet, secretario del Gremio de Librerías y de la Feria del Libro de Madrid, la gente ahora no sólo cuida el pequeño comercio sino que quiere que su librería siga en pie, viva, porque ofrece encuentros y, sobre todo, un cara a cara que se está perdiendo, representando «un espacio que hace tejido social». Para Daniel Ulanovsky, el aislamiento que produjo el coronavirus «nos ha hecho recuperar ciertos elementos que se vinculan a la vida, al gozar, a la ilusión. Y una librería es un espacio que más que un comercio, sobre todo si es una librería de autor, tiene algo de amigo y creo que eso influye».

Con la llegada del verano, los usos y costumbres lectores cambian; son julio y agosto meses de esparcimiento, de terrazas, de mucha calle. Pero también de descanso. Y ese descanso es un contexto ideal para enfrascarse en la lectura. El consumo de libros, pues, experimenta un repunte en la época estival. Y es aquí donde entran en juego las librerías de barrio que salpican la capital, que resisten a la venta online y a las grandes superficies.

Y es que la filosofía que hay detrás de una librería de barrio, que va mucho más allá de la lectura, es una apuesta hacia la comunidad. En 2022, Alina Zarekaite abrió La Fabulosa en el vivaz barrio de Malasaña. «Para mí, es muy importante que sea un lugar acogedor. En una pequeña librería buscas personalidad, casa». Alina cree en la comunidad, para ella es uno de los ejes de su proyecto. La suya es también una escuela: se hacen talleres y hay un laboratorio de creación donde intenta ofrecer a sus lectores algo que las plataformas de venta online de libros no puede: el trato personalizado. «Las vecinas de la calle y del barrio están contentas de tener un espacio como éste. Faltan talleres que no sean muy caros, que tengan lugar también en una librería», agrega.

En un ejercicio de valentía, la escritora argentina Andrea Stefanoni abrió en 2021 La Mistral, otro ejemplo de negocio de barrio en el centro de Madrid. Asegura Andrea que, si tuviera que elegir un lugar favorito, éste sería una librería:«Son los grandes centros comunitarios. Cualquiera puede entrar, aunque no vaya a comprar un libro, y los espacios reservados invitan a crear círculos de discusión». Y su filolosfía es, como la de tantas otras pequeñas librerías, el trato personalizado.

El Mapa de Librerías 2022 de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL) confirma el fenómeno empresarial y social del sector de las librerías en los últimos años. Según relata Pablo Bonet, del Gremio de Librerías, «estamos en los años en los que se abren más librerías de las que se cierran». Los datos más relevantes del Forum Edita, el debate sobre los retos, oportunidades y problemas del mundo del libro, que tuvo lugar en Barcelona el pasadoseptiembre, reveló que en España el 40% de los lectores compra libros en librerías independientes, confirmándolas como el principal canal de compra de libros.

Son un lugar de relación, donde una tertulia o un encuentro pueden fortalecer los lazos y generar valor ciudadano, según palabras del filósofo José Sánchez Tortosa. Además, un librero tiene una misión política, como es estar presente en la sociedad y participar de ella. Como explica la escritora y filóloga Irene Vallejo, Premio Nacional de Ensayo 2020 por el libro El infinito en un junco, «en este siglo XXI, que también está viviendo sus batallas de ideas, las librerías seguirán siendo avanzadillas de libertad y, también, los puestos de avituallamiento que los lectores críticos necesitan».

El librero elige y ofrece una mirada sobre el mundo. «Hay que intentar que la cultura nos permita relacionarnos más», piensa Lola, de Alberti. Para Marina Sanmartín, gerente y socia de la librería Cervantes y Compañía, la clave está en medir los intereses de los lectores y en la selección. Por eso, Alina, en La Fabulosa, ofrece un catálogo de libros escritos por mujeres y apuesta por una librería con personalidad: «Una librería independiente debe tener carácter, que se note que hay alguien detrás. Quiero que se note que hay libros que se deberían leer y que quiero compartir», apunta.

Con la pandemia, la gente se dio cuenta de lo importante que era la vida de proximidad, las relaciones, la vida presencial. «No todo puede pasar por una gran plataforma, sino por una valorización hacia la humanización. Al final, una librería es eso, un lugar de encuentro», concluye Lola de la Alberti. En un mundo de pantallas y de comunicación a distancia, según escribe el escritor catalán Jorge Carrión en el libro Contra Amazon, «necesitamos las librerías para que sigan generando las cartografías de todas esas lejanías que nos permiten ubicarnos en el mundo», creer en una resistencia mínima y necesaria de esos pequeños espacios y, en la preservación de ciertos rituales.

Fuente: El Mundo

 

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