La falta de relevo y el nuevo turismo marcan el presente y el futuro del comercio de Alicante

Cada vez menos ‘clásicos’ resisten en un entorno donde abundan los negocios ligados a la proliferación de apartamentos turísticos, como pequeños supermercados, bares e inmobiliarias

La pequeña joyería Navarro resiste en la calle Castaños. Un negocio fundado en 1916 que hoy rodean bares y terrazas en un eje peatonal plagado de turistas donde poco a poco fueron cayendo las tiendas de ropa para ceder el paso al empuje del denominado tardeo, para regocijo de hosteleros y penar del vecindario.

Castaños, como la Rambla de Méndez Núñez, es una de esas arterias antaño comerciales del centro tradicional de Alicante que, en las últimas décadas, fue perdiendo la personalidad que le otorgaban los comercios locales para replicar el modelo internacional de restaurantes fast food idénticos a los que uno encuentra en las zonas comerciales de cualquier otra ciudad; un proceso que no ha terminado.

Las dificultades económicas de la pandemia, la inflación que ataca la economía de los vecinos, junto a la jubilación sin relevo generacional de tenderos veteranos y la presencia cada vez más abundantes de turistas que ocupan la extraordinaria cantidad de apartamentos turísticos que han proliferado en los últimos años en la zona, aboca al cierre y al cambio de actividad a numerosos negocios.

Entre los más recientes, tiendas de muebles y decoración como Caché, en la Plaza de Luceros, que ha dado paso a un Bombon Boss, o Nieves Martínez, en O’Donnell, sustituida por un comercio de equipajes, oportuna idea teniendo en cuenta la gran cantidad de maletas rodantes que van y vienen sobre el accidentado pavimento de las aceras alicantinas.

También ha cerrado Ortuño, emblemática tienda de ropa de mujer en la calle Gerona, aunque en su caso el relevo lo ha tomado un establecimiento del mismo gremio, Silvia Navarro, en la calle que actúa como eje comercial que une el casco antiguo con el Ensanche, donde resiste un clásico de la alimentación como La Granadina.

No hace mucho cerró en la cercana calle Navas el cine del mismo nombre, cuyo local continúa vacío, y que ha dejado a los Aana de Pascual Pérez como la única sala que pervive fuera de los centros comerciales, último heredero de los Ideal, Carlos III, Monumental, Astoria o Casablanca que fueron cerrando a medida que avanzaba este frenético siglo. Cerca, en Álvarez Sereix, sobrevive una librería de lance, Raíces. Una joya.

La especialización permite aún mantener ese reducto del textil, especializado sobre todo en trajes de novia y fiesta, que constituyen las calles Bazán, Bailén, Teatro o la mencionada Gerona, con establecimientos como Filant, Vittorio Cataldo, Hannibal Laguna, La Pepa, Mabel, Rosana Cantó o la mencionada Silvia Navarro. La vieja idea de la concentración gremial que antaño daba nombre a muchas calles sigue funcionando.

Pero otro de los fenómenos preocupantes para el sector es la dificultad de establecer nuevos negocios. Como explica Vicente Armengol, presidente del colectivo Comerciantes por Alicante, en zonas tan supuestamente apetecibles como Pintor Cabrera y las calles adyacentes a la Avenida Maisonnave, la más comercial de la ciudad, territorio Inditex ubicado entre los dos Corte Inglés de la ciudad, el precio de los locales es tan caro que resulta difícil consolidar un negocio nuevo.

Como consecuencia de ello, los clásicos sufren para mantenerse abiertos y no son pocos los emprendedores que se ven obligados a bajar la persiana apenas uno o dos años después de cerrar, a poco que las expectativas no se cumplan. Pagar 1.800 o 2.000 euros al mes por un pequeño local exige unos ingresos inmediatos o un bolsillo que no todo el mundo se puede permitir. Hay locales que en pocos años han visto pasar una librería infantil, un sex-shop, un centro de belleza y largos periodos de cierre entre uno y otro.

Mientras tanto, al calor del nuevo turismo que eleva el precio de los alquileres y siembra el paisaje urbano de turistas extranjeros cuya presencia en el Ensanche alicantino era escasa hasta hace bien poco, han abierto numerosas tiendas de conveniencia, esos supermercados pequeños que venden gran variedad de artículos cotidianos, abren hasta tarde y los festivos, donde el viajero puede surtirse de bebidas y comida y encontrar ese cortauñas o ese peine que olvidó incluir en el equipaje. Nuevos tiempos, nuevas costumbres.

Fuente: La Vanguardia

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